El empresario del corazon roto

Chapter 22: Perdonarme

Llegué rendido del viaje a París, por lo que después de dejar a Isabel en su piso me fui al mío y sin pensarlo mucho llegué a la cama. Esta vez no hubieron rutinas antes de dormir, simplemente me dejé llevar por el cansancio y caí sobre el colchón dejando que mi cuerpo se relajara.

Caí en un profundo sueño, del cual, está vez, formó parte la bella Isabel y ese beso que yo le pedí porque sentía un deseo profundo de probar esos labios tan tersos y carnosos que tiene. Después regresé a la Torre Eiffel, donde vi París desde otros ojos, unos que poco a poco van despertando y me van regresando al mundo real sacándome del infierno donde yo había establecido mi hogar y que ahora, poco a poco, me sube al paraíso que se refleja en sus ojos, esos brillantes e intensos ojos que me hipnotizan, con esa mirada intensa que no puedo sacar de mi mente.

Puedo tocar sus manos otra vez, saborear ese chocolate en sus labios y ese aroma a jazmín, que parece se ha impregnado en mi piel y el calor de su cuerpo, ese que poco a poco a quitado el frío del mío y así, sueño la conversación que tuvimos en el restaurante.

―¿Te puedo preguntar otra cosa? ― Me dice sonriente.

―Dime.

―¿Dónde conociste a Nadine?

―Nadine fue mi primera novia, mi primer amor...

De pronto esa conversación se queda en mi cabeza removiendo sentimientos y sensaciones en mí.

―Nadine fue mi primera novia, mi primer amor.... mi primer amor... durante mucho tiempo me castigué porque habían sido ellos y yo no

mi cuerpo se va agitando.― Lo siento Nadine, yo te prometí, te lo prometí...―

y yo trato de alcanzarlo "¡Quentin el camión!" Me dice Nadine cuando de

punto de dejar este mundo. La

murió protegiendo al de dos, el de cuatro quedo entre los asientos." Recuerdo la

morir ahí, debí

¡Nadine!"

levanto inmediatamente de la cama con todo el cuerpo empapado en sudor, mi corazón increíblemente agitado, mis manos aferradas a la sábana y el brazo izquierdo entumido por completo.― Voy a morir, voy

el beso, las miradas y las palabras, todo se acumula ahora en mi cuerpo indicándome que algo que no sé ¿estoy mal? ¿hice algo

justo en medio para que el agua tibia caiga sobre mi cuerpo. Trato de relajarme, en verdad trato, recuerdo los ejercicios de respiración que la psicóloga me dijo que hiciera y los hago con constancia

fuiste...¿qué hubieras hecho tú? ¡Dime! Si quieres que pare dime.― Le ruego tratando de que ella me dé una respuesta a todo esto que siento.― Sólo dime si quieres que pare y lo haré, lo menos que quiero es herirte pero comprende, yo fui quien me quedé y ella, ella no sólo me hace compañía... me gusta.― Confieso y de pronto poco a poco mi cuerpo se va tranquilizando dejándome respirar mejor.― Me gusta.― Murmuro.― Y me hace

vivir. Desde el momento en que te fuiste he estado muerto por dentro, evitando todo lo que me dé placer, alegría, felicidad, pero no puedo continuar así, no puedo.― Hablo mientras lloro a mares.― Sé que prometí que me quedaría solo por el resto de mi vida, que haría todo lo posible por vivir

que me puedo comunicar con ella y que siento que me escucha, ya que ya no soy un hombre religioso y

Hablo y luego sonrío.― Por fin subía hasta arriba De la Torre Eiffel como me lo pedías y pudo sentir esa sensación de vértigo al mirar hacia abajo y comprendí justo lo que me decías, a veces necesitamos ver el mundo desde

roja por lo caliente de la temperatura, así que la cierro para quedarme sólo en la ducha, sentado sobre el suelo recargado en la pared.― Mi amor, mi Nadine, me siento terrible en este momento, porque que cada vez que la veo a ella pienso que en cierta manera te estoy faltando al respeto y no cumplo la promesa que te hice en aquella iglesia cuando nos casamos, que te amaría por siempre y para siempre y no

Valois le estoy pidiendo permiso a la mujer de mi

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