El empresario del corazon roto

Chapter 30: Sentirnos

No puedo concentrarme mientras todos estamos sentados en la mesa del comedor disfrutando de la deliciosa comida que la madre de Isa a cocinado para nosotros. En mi mente solo puedo repetir la frase "Todo, siento todo" que me emociona y me hace pensar millones de cosas, lindas, tiernas, candentes, incluso tan sexies que agradezco que el padre de Isa, una señor tan alto como yo esté sentado a mi lado.

Ella habla alegremente con su hermano y sobrino, mientras carga a su pequeña sobrina que yace dormida sobre su regazo. Observo a la bebé y sonrío. Siempre deseé una hija pero Nadine ya no pudo dármela, así que me quedé con las ganas de ser el típico padre que consiente a su hija con regalos y ropa.

―¿Todo bien Quentin? ― Escucho que me dice la madre de Isabel.

―Sí, todo perfecto.― Contesto.

―Estamos felices de que estés aquí.

―Igualmente, me gusta mucho esta zona, la montaña, las luces.

«Su hija»

―Mañana podemos ir al centro ¿te perece? ― Me dice Isabel.― Hay una cafetería buenísima que sirve excelentes desayunos. Para después comprar lo de la cena de Navidad.

―Excelente.

―¡Dios! Ya es muy tarde.― Dice la madre de Isabel, el reloj marca las ocho de la noche y hemos estado platicando desde la comida. ―Será mejor que se vayan hija.― comenta.

―Pero ¿no quieres que te ayude a lavar los trastes? ― Pregunta ella de inmediato, con mucha prisa.

Sé que ella quiere evitar irse conmigo a la cabaña, no quiere estar a solas, pero tarde o temprano su sucederá y tendrá lo que tenga que pasar.

―No mija, me ayudas luego.

―Pero mamá.

―Tú vete con Quentin, yo me encargo.― Insiste.

Los dos nos ponemos de pie.― Un gusto conocerlos, me encantó la comida, nos vemos mañana.―Les digo.

―¿Mañana vendrás a hacer un muñeco de nieve? ― Me pregunta Thomas.

―Sí claro, mañana lo haremos.― Contestó entre sonrisas.

―Ya, ya... váyanse, disfruten de la noche. ― Indica la madre de Isabel con soltura y casi nos corre de la casa, con apenas el abrigo puesto. Parece ser que sin querer la madre de Isabel está de mi parte.

―Lo siento Quentin.― Dice ella mientras nos subimos al auto.― No sé que le pasa a mi madre.

―No pasa nada... tiene razón, es tarde y debemos regresar, la casa ha de estar helada, se me olvidó programar la calefacción.

Isabel sonríe.

quieres podemos prender la

Es tu

―Vale, eso haremos.

vamos serios, sin cruzar palabra, supongo que sabemos que cuando estemos solos la plática inevitable resurgirá y tendremos que abordar eso que nos quema por dentro. Isabel ve por la ventanilla, esa evitando

y yo abro la puerta antes que él para ayudar a Isabel

nos vemos mañana.― Le indico y tan solo

de la mano a Isabel y juntos

Ella asiente.

de dejar los abrigos, pasamos a la enorme sala que está hecha un congelador. Inmediatamente me acerco a la chimenea para encenderla y ella va

―Escogiste buen vino.

un poco de eso.―

para dejarlo sobre la mesa de la sala. Isabel se sienta sobre el sofá y frota sus brazos trata de coger un poco del calor. Yo lo hago a su lado y sin preguntarle le paso uno de mis brazos sobre su hombro y

no se percata de

es momento de hablar así que me hago un poco para adelante y le ofrezco la

―Hmmm, delicioso.― Comenta.

un buen vino...―

podremos hablar? ― Le pido y ella toma un sorbo más grande

dije

dijiste sólo lo que yo te pedí en este momento, pero ahora... quiero que me digas si

los ojos de sorpresa, no se esperaba una pregunta así, vuelve

como decírtelo o demostrártelo de otra

―¿Qué paso? ― Pregunta.

Sonrío.

regresa a mi, acaricia mi rostro.― Te deseo.― Contesta.― Pero creo que es muy pronto para ese paso, tal

―¿Cómo?

si nos deseamos de esa forma, aclarar dudas.― Me propone y con esas palabras sé que ella también tuvo su episodio de la ducha,

y besar.―

y mi cuerpo me gritan todo lo contrario «Ámala

con urgencia. No sabemos si es el vino, el ambiente o simplemente que ya no resistimos más y como dinamita, todo explota. La tomo de la cintura y en un movimiento la pongo sobre la mí pegándola a mi cuerpo. Sentir el roce de su cuerpo con el mío

manos la tiene por la nunca y la empuja hasta adelante haciendo el beso más intenso. Nos separamos para tomar aire y ella me ve a los ojos con un fuego que opaca al

con un tono de

―Y tú a mi.

a besarme cortándome de nuevo la respiración y esta vez se aventura más a subir mi suéter y escabullir sus manos para tocar mi pecho. Sus manos, ya ardiendo,

sólo serían caricias y besos para empezar pero mi suéter me estorba por completo, por lo que me

vuelve a besarme. Mis manos bajan directamente a su trasero y lo aprieto un poco desfogando ese deseo que tenía por hacerlo. La acomodo justo encima de mi miembro que en este momento

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